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Corregidora

July 20, 2015
3 min read
Corregidora

Para Mónica

Cualquier edad es buena para sentirse vieja, y los 27 no son una excepción. Pero estar terriblemente cansada a las ocho de la noche, después de un día básicamente estático, es ridículo. Mucho más si eres una ex-deportista de alto rendimiento. Infantil, sí, de equitación, sí, pero también vale. Debería ser más descansado sentarse la mitad del día en una silla acojinada que en una de piel, sin respaldo y con las piernas abiertas. Pero no recuerdo en esos tiempos haber llegado tan cansada a casa ni que mi cuerpo buscara apoyo continuamente. Una pared, una mesa, cualquier cosa ayuda ahora a sostenerme.

Pero no es el cuerpo, es la mente. Se me empieza poco a poco a cansar más. Ya no aguanta como antes. Sueño con palabras, con párrafos enteros que hay que eliminar, frases que reordenar, descripciones que habría que dinamitar. No entiendo cómo esta gente cree que se crea. Es decir, tener la semilla de la idea y la inspiración y la madre, lo sé, eso lo que se reconoce. Nadie le paga regalías al que hizo los arreglos, ni al que cantó o al que tocó los instrumentos. La recompensa -económica- es para el que escribió la canción, aunque no le haya puesto sonidos ni ritmo ni haya transmitido pasión ni haya ensayado mil veces ni se haya aburrido mil y una. Entiendo y no voy a pretender que el sistema debería cambiar. Al menos, ese sistema. Pero no manchen. Hacen ver difícil lo fácil, con tanta vuelta que le dan. ¿Quizá las vueltas son para encontrar la inspiración? No, no es eso. A veces rodean pero también a veces van directamente al punto. Tanto, que olvidan poner comas, puntos, puntos y comas (que hasta ahora no han hecho su aparición espontánea en ninguno de los textos que he revisado, nunca, ever). También olvidan acentos, e incluso, dándoles el beneficio de la duda, las reglas de construcción de frases coherentes. No escriben, escupen. A veces después de una primera leída siento que mi pantalla está salpicada de saliva. Tengo que imprimir los textos para editarlos, al menos así se ve bonita la página. Esto es, si los rayones, taches, anotaciones al calce, flechas y líneas te parecen bonitos (hay que saber verlos). Sería poético y quizá hasta más efectivo si se pudieran publicar esas hojas sucias pero hermosas, en vez de los limpios e inevitablemente insípidos textos corregidos. Porque me lo han repetido hasta el cansancio, “tu trabajo no es definir el estilo”, y por lo visto tampoco sugerir cambios de estructura, mucho menos de tema. Se me ocurren miles de ideas que servirían para aligerar, desenredar, aclarar, y nada: No Es Tu Trabajo etc. Y de verdad: yo ni siquiera querría el crédito ni andaría por ahí ufanándome de haber transformado un bodrio en algo bueno. Lo haría sólo por quitarme esa maldita comezón que me da en la nuca, esa que también me da en la noche, justo antes de dormir, y cuando alguien que me gusta se me queda viendo.

Una vez sí le dije a alguien. Cada semana llegaban sus textos, siempre desconectados, tan llenos de comas como ausentes de puntos. Una sola idea se repetía varias veces y luego, sin avisar, un salto hacia la nada; un párrafo o dos con el nuevo tema, y paf, otro salto cuántico. Después de diez, quince textos así, sugerí quitar, intercambiar, rehacer: lo de siempre. Pero agregué un par de sugerencias sobre cómo terminar el artículo y caminos diferentes que podría tomar, y uyuyuy, se armó. Se indignó en un correo -¡lleno de comas!- en el que nada más le faltó copiar a Villoro. Ahora que lo pienso, lástima que no lo hizo. Ya sé qué me van a decir. ¿Y tú cuándo vas a escribir algo? Bueno, ni sabían que nunca escribo cosas propias. Que lo intento pero todo me parece poco. Que me da coraje porque saber reglas de gramática, ortografía y escritura no sirve tanto como te hacen creer en los talleres. Dejo el alma editando y de paso voy envidiando la imaginación mal plasmada y la creatividad torpe y virginal. William Ralph Inge dijo que la originalidad es el plagio aún no detectado, pero de todos modos -y esto lo digo yo- hay que robar originalmente. Quizá es porque no he encontrado a mis abuelos (culturales), quizá porque aún estoy por encontrar “mi pasión”, o quizá porque algunos diamantes existen sólo para poder pulir a otros. Sí, eso suena bien. Aunque mi desprecio sería inmediato para el autor a quien le corrigiera un texto con esa frase.

Ya me puse triste, mejor me sigo con la editada. Oh wow, ya necesitaba esto. “…que me explique porqué decidió llamar a…” etc. ¡Qué bárbara!


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