Me molesta tener que dar propinas. Y la palabra “tener” está cuidadosamente pensada en la frase: en este país, es casi obligatorio dar propinas, sobre todo en los restaurantes. Y lo peor es que dicen las Buenas Costumbres que el porcentaje mínimo aceptado es el 10% de la cuenta, y en lugares elegantes, hasta el 15%. De hecho, en algunos de esos lugares la propina es aplicada directamente en la cuenta, sin preguntar. Yo, a la manera de Perros de Reserva, no es que I don’t believe in tipping, pero sí me parece que suele ser un abuso: la típica mesera es una señora amargada por tener un trabajo que odia, y que conforme el día avanza va tratando peor y peor a los comensales. ¡Que Dios te coja confesado si vas a un restaurante de medio calibre alrededor de las 8:00 de la noche! He visto que muchos clientes prefieren adular a la señorita / señorito con tal de no recibir la Ira de quien debiera estar realizando su trabajo con gusto, o al menos eficientemente. De modo que se me ha ocurrido un esquema para dar propinas, que pongo a consideración del amable público lector de este blog (¡hola, sí, ustedes dos!). La idea es sencilla y potencialmente satisfactoria, al menos para un servidor:
En realidad es una idea muy simple, pero ya la he aplicado muchas veces (haciendopruebas de campo) y es muy satisfactorio poder retribuir secretamente a quien te dió el servicio mediante una calificación que tú mismo asignas. Lo he aplicado incluso como sustituto de una confrontación o discusión directa, y ha funcionado a la perfección. Claro que el mesero(a) no tiene idea de por qué le estás dando 7.5% de propina, pero eso no te importa en realidad, lo que tú estás haciendo es darle lo que consideras justo, y de paso le das una pista sobre la calidad del servicio. ¡En una de esas, hasta le estarás enseñando un poco de matemáticas! Y además, es muy divertido hacer el ejercicio de, llegado el momento de dar la propina, hacer un cálculo rápido (“veamos: \$150 por .06… mñmñ…Seis por 10, seis por 5…”), y anunciar alegremente “agréguele 9 pesos de propina, por favor”, ante la mirada atónita de quien se encarga de cobrar, que no tiene la menor idea de dónde salió el numerito. Claro que este es el mejor escenario, porque cuando la propina se deja en la mesa, lo más común es que la mesera(o) crea que sólo eso tenías de cambio… Así que ya sabéis (conjugación pensada por si me ligan desde Microsiervos :-), ¡a dar propinas justas, y de paso practicar un poco de anger management!
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