Estoy convencido de que estamos viviendo una época fantástica, una a la que nadie, ni nosotros mismos, tuvimos acceso antes. La tecnología ha mejorado muchas tareas existentes y nos ha dado muchas diversiones inéditas: encontrar información sobre casi cualquier tema está a unos minutos de distancia. La aparición deFacebook y similares ha amplificado exponencialmente las posibilidades de relación, dándole a los muy jóvenes una herramienta para compartir, interactuar, ligar y hasta espiar a sus conocidos, y a nosotros los no tan jóvenes una increíble oportunidad para mantenernos en contacto y reencontrar a personas que eran parte del baúl del recuerdo.
Google, Twitter, Blogger, el Messenger, son parte del bagaje tecnológico de cualquier individuo conectado y favorecen el fenómeno de ”Long Tail”: como tenemos acceso a una cantidad casi infinita de opciones, ya no tenemos que elegir quedarnos en el mainstream y ser parte de la borregada que consume sólo lo que pertenece al Top-40 o Top-100, ni siquiera al Top-10,000. Un joven de hoy día puede elegir ser fan deImage via Wikipedia Queen tanto como podría serlo de Kings of Leon, prácticamente no hay ninguna diferencia, porque el acceso a su música e información es igual de simple. Hoy es más fácil para él aprender chino que para nosotros, hace 20 años, encontrar un LP raro de Frank Zappa. No sólo el internet es una razón para pasar más cómodamente la vida. El celular, por ejemplo, ha hecho que esperar dos horas a la novia afuera de un parque sin saber si va a llegar o no se vuelvan obsoletas. El iPod y sus primos son una fuente casi infinita de gozo para quien se ve obligado a pasar un par de horas en la fila del banco o incluso para mejorar la experiencia sensorial de observar a los pasajeros del Metro. Sin embargo… Sin embargo, no todo es perfecto. Una amiga comentaba hoy al respecto en mi página de Facebook:
…creo que es un hecho que la tecnologia a veces aliena, abstrae, disminuye la tolerancia a la espera, a la frustracion, nos vuelve flojos, hace olvidar lo que es investigar y buscar, conocer.
La tolerancia a la espera me pega especialmente: cuando pierdo las llaves o la cartera, me desespera no poder darle “Find” y verlas de inmediato sobre un fondo amarillo pulsante. En el futuro seguro este problema desaparecerá con RFID y cosas similares, pero el choque mundo real-vs-electrónico es mucho peor cuando se trata de encontrar un recibo, una factura, una hoja cualquiera entre un mar de papeles. Y claro, también está el asunto de las relaciones virtuales. Cuando pasamos más tiempo en el mundo virtual donde se trata de manipular entes que están diseñados para ser controlados, se vuelve frustrante intentar interactuar con personas del otro lado del cable, y más aún cuando son de carne y hueso. Es muy fácil caer en la ilusión de “ayer me encontré a fulanito, llevaba años sin verlo”, cuando ni lo encontraste (lo hizo Facebook porque leyó tu agenda de direcciones) ni mucho menos lo viste. Es irónico que sea más fácil y menos comprometido enviar un mensaje de celular que diga “me encantas” a la niña que te gusta, que decirle simplemente Hola en persona. Y también, inevitablemente, gastas menos tiempo chateando con un amigo de la infancia que yendo a un café en un punto intermedio. Nada es blanco ni negro Al final, todas las eras han tenido sus tentaciones y amenazas. En algunas épocas fue la intolerancia, en otras la ignorancia, o el abandono, o la rebeldía. Siempre hubo razones para que los ancianos dijeran “¡Qué barbaridad! ¡En mis tiempos no se veían cosas así!“. De igual modo, en estos tiempos alguien que pasa 3 horas al día en Facebook puede estar huyendo exitosamente de contacto físico de otro tipo, y quien está en plena fiesta leyendo noticias en el celular probablemente en los 60s habría sido el inadaptado que ni siquiera iba a la fiesta. El chiste es aprovechar lo que tienes: explotar al máximo las posibilidades de la tecnología, y preguntarte a menudo si no estás sustituyendo las relaciones de carne y hueso con quizzes y tarjetas electrónicas de felicitación. Estamos viviendo una era de comunicación y acceso casi inmediato a todo lo que pueda representarse con bytes. Que es casi todo, exceptuando los átomos. Pero vilipendiar la tecnología equivaldría a no comprar celular y esperar a tu novia afuera del cine, bajo la lluvia, para enterarte dos horas después de que en la oficina una junta se extendió más de lo razonable.
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