Todavía no estamos listos. Al menos dos generaciones han pasado desde el evento conocido como “liberación femenina” y aún hace falta que nos apunten qué se siente, con qué miedos viven todos los días, qué han tenido que hacer para darle la vuelta al status quo, a situaciones que no van a cambiar. No durante esta vida.
Hablo de los hombres, aquí. Como no-siempre-orgulloso miembro de este gremio, debo decir que todavía es común el sentimiento de que los hombres no podemos, no tenemos que apagar los instintos que nos llegan desde lo más profundo, y que han sido parte del círculo de la vida desde que el primate se volvió humano. Desde antes, de hecho.
Aún es necesario recordarnos que, para una mujer, salir guapa y arreglada a la calle tiene que haber sido medido contra la certeza de que será acosada con miradas, palabras y hasta algún contacto físico indeseable. Que caminar por una zona donde haya más de 10 hombres juntos es peligroso porque el “efecto anonimato” les da valor y amplifica sus naturalezas animales. Que trabajar, conversar, departir, compartir, comer, ayudar, pedir, dar, o interactuar con hombres siempre puede llevar, aunque no se espere ni justifique, a un lugar incómodo en donde tenga que echar mano de toda su sabiduría y experiencia para mover el foco lejos del contexto sexual. Una mujer siempre tiene que tener a la mano su manual interiorizado de Uso de Armas con Fines no Involucratorios.
Dice Louis C.K. en uno de sus bits cómicos, parte verdad-parte chiste:
No sé cómo es que las mujeres salen con hombres,
considerando que somos la mayor amenaza para ellas.
…
¡Pero las mujeres siguen saliendo con nosotros!
-‘Sí, saldré contigo, sola, de noche’.
(¿Estás loca?)
-‘¿A dónde vamos a ir hoy?’
(A tu muerte, estadísticamente)
(Esto no es necesariamente cierto. Las causas de muerte en mujeres, en Estados Unidos, son en general muy similares a las de muerte en hombres. Pero el punto es muy ilustrativo).
El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. No es ninguna celebración, no es para felicitar a nadie (#osazo). Es para aumentar la concientización. Para que la otra mitad del mundo, la que no tiene un Día Internacional, escuche y entienda cuáles son los problemas que plagan a la mitad apelada. Son muchos problemas, y desde 2000 se han puesto “temas” para cada año, que siempre van por dos grandes vertientes: igualdad y violencia. Una, consecuencia de la falta de la otra. Este año la ONU eligió como tema “Igualdad para las mujeres: progreso para tod@s” (hasta en las mejores familias usan la arroba en vez de o/a). El argumento es que los países donde hay más igualdad avanzan más. Está bien.
Pero en paralelo creo que hay que atender otro tema mucho más importante: la violencia contra las mujeres. La prevención, la reacción, la atención.
Los chistes sexistas sobre las mujeres y la cocina; la degradación y sumisión en los concursos de belleza; la humillación del acoso sexual. Todo esto, tolerado por todos y perpetuado por los hombres. Yo soy hombre. Y aunque muchos, incluso mujeres, se creen el cuento de la animalidad y las reacciones instintivas del género masculino, yo digo que ya basta. Es bien simple: no abusar de la fuerza para intimidar ni forzar, jamás. No abusar de ser mayores en número, tamaño, fuerza. Nunca. Punto. Es un precepto tan sencillo que hasta cabe en un tuit.
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